lunes, 10 de noviembre de 2008

Paisaje desolador.


Un día despiertas de lo que crees un mal sueño, abres los ojos lentamente y desfrunces el ceño que tal dolor de cabeza te ha producido durante la noche.
Levantas de la cama y tus ojos observan el hilo de luz que una ventaja mal encajada deja entrever.
Te diriges hacia él y, ejerciendo presión sobre el picaporte para abrir la ventana, contemplas aquello que te hizo caer de cansancio el día anterior. Todo está destruido. ¿Porqué se llega a tal punto? ¿no tiene el hombre destreza suficiente para actuar como es debido?... Entonces comienzas a entender, el ceño estaba fruncido porque la cabeza no dejaba de pensar en ese paisaje, el cual era el mismo que también vió el día anterior. El hilo de luz que entraba al amanecer por aquella ventana es lo único que realmente quieres ver...lo que hay detrás te causa dolor. Incluso te cuestionas que la ventana estuvera mal encajada por pura naturaleza...quizás pensaste que era mejor no volver a mirar ayá fuera.
A veces las cosas se complican y el ser humano es, hasta tal punto, tan irracional, que no sabe lo que hacer para esté bien hecho...por lo tanto, lo que hace, lo hace mal.
Creemos que es mejor encerrarnos en una habitación, encajando la ventana y únicamente dando paso a un hilo de luz que nos ilumine en el camino. Lo que no sabemos es que ese hilo es tan tan fino que se pierde entre nuestros dedos, y al nacer tan temprano en el día es totalmente inexperto en marcar destinos.
Sólo nosotros mismos sabemos cuándo hay que abrir esa ventana para que por fin entre un gran chorro de luz que ilumine nuestra vida. Sólo nosotros sabemos cómo hay que hacerlo.
Asíque, por muy desolador que se presente el paisaje, y por muy encajada que esté la ventana...hemos de salir y aprender a caminar bajo la luz, pues ya hemos estado demasiado tiempo ocultos entres sombras. Sí, aprendamos a caminar, miremonos los pies y vayamos contando cada paso que damos, y, si levantamos la mirada y lo que vemos nos aterra solo tenemos que volver a mirarnos los pies descalzos y observad que estamos ahí, y eso es así es porque tenemos que estar, porque somos necesarios. Entonces alzaremos la cabeza bien alto, dejando que esa luz tan curtida en experiencia, nos muestre el camino, y sobre todo, haciendo que la valentía de enfrentarnos a ese miedo que ocultaba la ventana aflore por nuestra piel y se apodere de nuestro ser.
Por muy desolador que a veces pueda parecer el paisaje...es sencillo, haz que el hilo de luz aumente en proporciones y por favor, no tengas miedo si crees que lo que hay detrás de la ventana no te va a gustar, ábrela y compruebalo, y en el caso de ser necesario la vuelves a cerrar, ¿te das cuenta? ya has mirado tras ella...mañana vuelve a hacerlo...y cada vez alza más la cabeza y cuenta en voz alta los segundos que pasas contemplando aquello, pronto estarás contando pasos y, cuando te quieras dar cuenta, el paisaje desolador habrá cambiado...lo habrás conseguido.
(Tamara Callado Azorín.)

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