lunes, 23 de noviembre de 2009

El hospital de campaña.

Acabó la batalla. Por fin...acabó. Me quité el sudor de la frente y respiré hondo, dejando que un hilo de tranquilidad entrara por mi nariz y llenara mis pulmones, pero sin excederme, pues el hedor que hay a mi alrededor es insoportable.
Volvemos a la base y mientras, en el camión, todas y cada una de las explosiones me refrescan la catástrofe ocurrida momentos antes, como si no estuvera ya bastante presente en mi.
Comienza a llover, y busco ahogar en los charcos mi desgracia y mal recuerdo de esa batalla. Mientras tanto, alzo la mira y veo que un hospital de campaña ha emergido de la nada en mitad de la plaza del mercado, o mejor dicho, en lo que queda de ella. El hospital ha sido bombardeado, las enfermeras depositan todas sus esperanzas en cada inyección que ponen, en cada sedante,...y todos rezan una y otra vez, rogándole al cielo que salven a sus ya casi difuntos amigos.
Es entonces, cuando las balas callan, cuando las granadas duermen,...que se siente el verdadero dolor en tus carnes. Los gritos y sollozos consiguen paralizarte el corazón, y los charcos de sangre e interminables hemorragias te provocan angustia, lo que a su vez hace que te salten las lágrimas. Sin darte cuenta...estás llorando. Miras aun lado y a otro, y todo se sucede a cámara lenta. La intensidad del momento es tal, que te sientes desplomar sobre ti mismo ante la impotencia del no poder hacer nada.
Te ofreces como donante de sangre y rápidamente te inyectan una aguja en el brazo que, en cualquier otro momento, sabes te habría estremecido todo el cuerpo de dolor. Pero nada, no lo sientes, pues no haces mas que mirar al hombre que tienes al lado, temblando y susurrando mientras pide ayuda. Tu sangre es para él, y mientras crees sentir su dolor ves como la vida se le va, como se apaga su luz.
No puedes hacer mas. Te sientes vacío, y deseas volver al campo de batalla, buscando en aquella inconsciencia una bala que acabe con tu vida. Pero no lo haces, tus piernas están paralizadas.
...
Cuando acaba todo, ves aquello que sabías que sucedería pero no imaginabas. Ves las consecuencias, y sufres las recompensas. ¿Vale la pena? no se puede responder de forma única pero, personalmente opino, que si vieramos las gravísimas consecuencias a sucederse...pensaríamos todo dos veces antes de ponernos a dar tiros a un cualquiera que únicamente obedece órdenes igual que tú y que yo.
Etapas de la vida...la batalla... No hay héroes, solo vencidos, y lo peor es que es sólo una batalla y un momento en el tiempo en concreto, pero hay más, a cual de todos mas retorcidos con la única finalidad de colgar un puñado de medallas, acabar con millones de familias y figurar en unas cuantas líneas en un libro de historia.
Tamara Callado Azorín.

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